El sistema económico y político de los países más prósperos ha superado claramente al de las naciones pobres o en vías de desarrollo; por lo que el bienestar social, cultural y educativo de los ciudadanos a nivel global ha quedado relegado.
Los organismos internacionales y los gobiernos del mundo se han puesto de acuerdo para establecer estándares de calidad ambiciosos y por encima del crecimiento de los pueblos; esto ha provocado una profunda desigualdad y un enriquecimiento desproporcionado de algunas naciones y sus líderes, en común acuerdo con los empresarios; dejando al resto de la población en desgracia y desplazada.
La educación de calidad es el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 4; por lo que su desempeño y progreso se mide a través de pruebas estandarizadas que brindan datos estadísticos sobre la situación en que se encuentra la educación en los diversos sectores del planeta donde se aplica; con el fin de impulsar rutas de mejora que conduzcan al perfeccionamiento de la educación que se imparte.
Las pruebas estandarizadas han servido para conocer el grado de progreso académico de los estudiantes en materias relacionadas con la lectura, matemáticas y ciencias; abandonando el resto de áreas por considerarlas irrelevantes.
La realidad es que estas apreciaciones han sido superadas por los avances científicos y tecnológicos; por tanto, las pruebas que miden el coeficiente intelectual de las personas nos dicen algo sobre sus habilidades; pero esto no garantiza que alcance su máximo potencial en todos los aspectos de la vida.
Los sistemas educativos han tenido serias dificultades para determinar qué es más valioso; la evaluación formativa y para el aprendizaje o las pruebas externas y de medición de las capacidades intelectuales de los alumnos en las diversas áreas de conocimiento. Los docentes por su parte, han sido presionados a lo largo de la historia por los ministerios de educación, autoridades educativas y escolares; por los resultados e indicadores obtenidos en dichos estudios internacionales.
Esta exigencia de la burocracia educativa ha llegado a las reuniones del Consejo Técnico Escolar (CTE) y academias; en el que se coacciona al profesorado para realizar estrategias de mejora de los resultados obtenidos en las evaluaciones internacionales.
Derivado de esto, los planteamientos no han sido los más adecuados, se ha optado por que todos los docentes den clases sobre los contenidos que integran las pruebas; otra estrategia ha sido que los maestros que no son examinados dejen temporalmente de impartir sus materias; a fin de ayudar a quienes serán evaluados, dejando de lado los aprendizajes esperados de sus áreas de conocimiento. Evidentemente esto no es lo mejor, se sacrifica la formación integral de los alumnos, sus afinidades por determinadas áreas y sus competencias; por la vanidad de un ranking escolar, municipal, estatal, nacional o internacional.
Los exámenes estandarizados son realizados por la OCDE a nivel mundial; se llevan a cabo cada tres años y miden el rendimiento académico de los estudiantes en las áreas de matemáticas, lectura y ciencias.
Un ejercicio habitual para revertir los indicadores insuficientes en las evaluaciones a gran escala, son los concursos de conocimientos u olimpiadas de ciencias en las escuelas de educación básica y media superior; en la que los profesores tradicionalmente eligen a los alumnos más destacados, con el fin de representar su disciplina; de modo que estos son preparados específicamente para este tipo de eventos académicos. Este antecedente ha provocado incertidumbre en el resto del alumnado y se convierte en una forma de exclusión educativa incluso sin que nadie se haya dado cuenta hasta hoy.
Lo anterior, ha contribuido a que estudiantes y profesores desvíen su atención hacia estas competiciones académicas; olvidando con ello, la formación en igualdad de condiciones para niños y jóvenes; es decir, sin que el rendimiento escolar influya en el tipo de educación que se recibe o imparte. Además, dichos concursos de conocimientos son en realidad una propaganda, pues los datos que se obtienen muestran las amplias brechas que existen entre alumnos con mejores condiciones educativas y los de circunstancias escolares adversas; ya que estos instrumentos de evaluación miden el rendimiento académico de manera uniforme para todos los estudiantes.
Lo cierto de estos eventos de aprovechamiento organizados en los distintos niveles educativos, es que promueven un derroche de recursos económicos institucionales por el traslado a cedes de aplicación; aunado al desgaste de los docentes que financian a los alumnos en lo que hace falta; para que al final, se obtengan beneficios académicos limitados y terminen por ser intrascendentes; debido a los múltiples problemas contextuales.
La separación entre alumnos destacados y regulares crea inseguridad en estos últimos; ya que estimula la duda sobre su rendimiento académico y, en consecuencia, disminuye su capacidad cognitiva y la motivación por aprender.
A lo largo de los seis años de gobierno, la propia Secretaría de Educación Pública ha impulsado la aplicación de pruebas nacionales estandarizadas como ensayos para exámenes internacionales de rendimiento académico; aunque su implementación ha dejado mucho que desear por causas de tipo contextual, social, cultural e institucional; sigue siendo una opción factible para las autoridades educativas.
Las pruebas objetivas y estandarizadas no han cumplido con las expectativas diagnósticas, pues en las escuelas se llevan a cabo tácticas por parte de las autoridades escolares y personal general; con la finalidad de alcanzar los estándares establecidos o reconocimiento; esta condición ha provocado información sesgada sobre los indicadores académicos de las instituciones escolares participantes.
También se han realizado cursos de elaboración de reactivos para docentes; con el propósito de enriquecer el planteamiento de las preguntas de los exámenes que se aplican en el aula; sin embargo, este proceso no se ha continuado porque se considera una carga administrativa y los salarios precarios que recibe un docente no motivan su capacitación.
Los exámenes estandarizados para medir el desempeño de las escuelas, docentes y estudiantes muestran el panorama general de las condiciones en que se ofrece la educación en las instituciones escolares; este ejercicio de evaluación podría armonizar los criterios de intervención educativa que conlleven al cambio de los paradigmas formativos propios de la escuela; no obstante, la relación entre docentes en las escuelas ha sido difícil.
Un claro ejemplo del correcto trabajo colegiado sería la transversalidad que bien podría apoyar en el logro de objetivos de aprendizaje de manera conjunta; en cambio, se tratan asuntos ambiguos y problemáticas sociales que están fuera del alcance de la escuela el poder resolverlas.
La mejora educativa comienza con la intervención docente, esto significa docentes comprometidos con la educación, bien formados y estimulados. La prepotencia de algunos funcionarios educativos hace que los problemas de enseñanza – aprendizaje sean abordados por la necesidad de protagonismo con su autoridad superior; sin atender el origen del bajo rendimiento escolar, generalmente relacionado con la equidad educativa y el desarrollo social.
Hasta el momento, las acciones educativas realizadas para revertir los resultados desfavorables de las pruebas estandarizadas han sido improvisadas y con interés en los resultados; se requiere una transformación profunda de estas mediaciones y tendrá que empezar por ayudar a los docentes a perfeccionar su práctica en el aula.
La participación de los ministerios de educación debe incluir a todos los estudiantes, garantizando la uniformidad educativa y sin promover distinciones entre unos y otros; ya que estas condiciones pueden traer consecuencias indeseables en la excelencia y calidad académica.
Es trascendental que se revolucione la gestión educativa hacia la manera en la cual se evalúa; con el objeto de garantizar mecanismos claros, justos y con criterios alcanzables y de responsabilidad compartida.
Es claro que las pruebas estandarizadas son un reto para todos y sirven para identificar lo que se ha hecho bien y lo que se ha descuidado de la formación de las nuevas generaciones; también, ayudan a identificar las áreas de mejora con respecto a otros países; por ello, es imprescindible la participación en estos exámenes, con el propósito de obtener información y mejorar paulatinamente la enseñanza.
Por todo lo anterior, es preferible el proceso natural de promover la evaluación formativa con el monitoreo del docente en el aula; igualmente con el seguimiento, revisión y adecuación de los planes y programas de estudio por parte de las autoridades educativas; para permanecer en la ruta de los modelos pedagógicos internacionales más eficientes e innovadores y, adicionalmente, buscar la formación continua de los docentes, para garantizar un óptimo desarrollo de la docencia; que, en contraparte, simular acciones improvisadas que en nada favorecen el desarrollo educativo. Con la aplicación de estas acciones y otras que garanticen la equidad, se podrá presentar cualquier tipo de exámenes estandarizados con la certeza de obtener buenos resultados.
Ahora que conoces más sobre las pruebas estandarizadas y la equidad educativa; te invito a adaptar estos conceptos a tu práctica docente.
¡Un abrazo! 🚀
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